martes, 22 de mayo de 2007

Infame realidad.


En Corferias no sólo hay una ventana al mundo utópico, hay un tinte de realidad en los libros y las vivencias de la gente que muestran nuestro infame contexto. Allí, 5 metros bajo ese cultivo, en el parque de la Macarena había puesto yo una mina quiebra patas. Quién imaginaría que a mis 14 años de edad, por esa acción mi vida cambiaría y sobre mi conciencia iba a pesar la muerte de 6 personas, todos ellos campesinos que ayudaban a erradicar los cultivos ilícitos. Yo me encontraba a 33 Km. de aquel lugar cuando se escuchó retumbar la tierra. La explosión fue tan vasta que dejó un profundo cráter en ella, luego un silencio infernal invadió la selva, silencio que sólo fue interrumpido por los gritos y llantos de mujeres o niños que presenciaron tan vil acto.

Aunque gané el respeto de mis compañeros guerrilleros desde aquel dos de agosto de 2006, no he podido dormir; mis pesadillas son frecuentes, mi conciencia deambula, espero la muerte, a la que ya no tengo miedo, porque camino, corro, mato, secuestro pero no vivo realmente. Soy un ente que no tiene ni voz ni voto dentro de un grupo que lucha por refrendar la patria, matando y secuestrando a sus civiles, obligando a mí y a mis compañeras a prostituirse.

Mi ingreso a las filas fue duro, mis ideales fueron truncados. Libertad, revolución e igualdad fueron palabras que ayudaron a lavarme el cerebro. Por ello me enfilé en aquel grupo subversivo que me prometía un mundo lleno de utopías, falacias ideológicas que me hicieron ver por fin la realidad. Hoy me arrepiento. Yo dejé mi familia pensando que haría algo bueno por mi gente; pero hoy hago parte de aquellos que han matado a ese pueblo que una vez prometí defender y a la vez decepcioné.

Por esos ideales tan fácilmente corrompibles, mi inocencia fue arrebatada y terminé siendo el juguete sexual de mis compañeros. Sí, no me da pena decirlo, me prostituí porque con ello pensaba que ayudaba a la causa. Definitivamente la ignorancia es atrevida, desconocer el motivo real de esta lucha me llevó a cometer errores tan crasos como el de ese agosto. Pero que tire la primera el que esté libre de culpa, y pues la verdad todos en este país tenemos la culpa, desde los ciudadanos que votan y no tienen conciencia social hasta yo, una campesina que nunca estudió y se dejó convencer por amigos que hablan sobre Marx y Engels.

Hoy estoy testificando mi vivencia en el monte a través de una foto en la que salgo con mi traje de combate y empuñando una pistola. Las vueltas que da la vida…quién iba a imaginar que en un pabellón de la Feria del Libro, en medio de libros y conocimiento, iba a encontrar mi foto expuesta, mi pasado siendo el consejo para el futuro de las nuevas generaciones.

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