Premio C.P.B " vida y obra" discurso del ganador Enrique Santos Calderón, Director de "EL TIEMPO" El pasado nueve de febrero se llevaron a cabo los premios CPB.
Fueron varios los galardones pero el más esperado de la noche fue el premio vida y obra cuyo ganador fue Enrique Santos Calderón. A continuación su discurso:
Supe que la elección de mi nombre para este premio, que agradezco y que me honra en lo más hondo, no fue inmediata ni unánime sino que vino luego de muchos debates y votaciones. No era para menos, cuando hay tantos periodistas que se lo merecen más. Pero esto me honra y me enorgullece aún más, porque es un reconocimiento de personas del oficio, proveniente de gente que lo vive, lo suda y lo sufre. De periodistas para un periodista y me emociona de manera especial que sea el CPB porque esta institución fue parte importante de mi formación integral como periodista.
Concretamente a comienzos de los años 70, cuando con un grupo de colegas de mi generación nos propusimos dizque a 'tomarnos' al CPB porque nos parecía muy estancado y muy conservador. Era una pretensión un tanto arrogante alimentada por los ímpetus radicales de aquellas épocas de efervescencia y cambio, de agitados debates y tumultuosas asambleas, y lo cierto es que los jóvenes 'camaradas', como nos llamaban, no logramos tomarnos el CPB. Pero sí produjimos un saludable aumento de sus afiliados y un positivo sacudón de sus estructuras. Vieja historia, que no puedo dejar de evocar hoy aquí. Sin olvidar que uno de los impulsores de la reacción contra aquella ofensiva juvenil fue mi padre, Enrique Santos Castillo, cuya memoria también quiero evocar hoy y quien recibió este mismo premio a vida y obra, de manera póstuma, hace algunos años. Un gran periodista y un gran ser humano, un padre con quien mantuve no pocas polémicas ideológico-periodísticas.
Pero, más allá de la política, mi viejo era ante todo y sobre todo un periodista. Que fue lo que en el fondo siempre nos identificó. Una dedicación exclusiva a este oficio. El periodismo, en fin. Que entraña una vocación, una actitud, una pasión. Y un compromiso con la comunidad. Con la verdad. Y con la independencia. Por encima de cualquier circunstancia política, económica, personal o familiar. Y algo de esto sé. Es la garantía de supervivencia, le respondí a César Mauricio Velásquez, presidente del Círculo, cuando me preguntó sobre la tan anunciada muerte del periodismo convencional en la era digital. Pregunta que se hace todo el mundo y especialmente quienes trajinamos en este oficio.
Pero ha sido una muerte tantas veces anunciada... Desde cuando surgió la radio como medio informativo, y luego la televisión, y luego la onda satelital, y luego Internet y ahora, ya en este siglo, la comunicación digital.
Y ahí estamos visionarios gurúes de la informática han anunciado sucesivamente a través de las décadas la desaparición de los diarios. Desde Marshall McLujan, el de la televisión como la aldea global, pasando por Ted Turner, el fundador de CNN, hasta Bill Gates, el creador de Microsoft. Inclusive medios impresos como The Economist, para mi la mejor revista informativa del mundo, han calculado que entre el 2040 y el 2050 podrá apagarse la última rotativa en el mundo, porque habrá estirado la pata el último lector de prensa.
Yo no veo tan inminente la tumba digital. Creo en la vigencia eterna de la palabra impresa y de los valores más profundos del periodismo. Aunque, francamente, es muy difícil vislumbrar qué pueda pasar. Sin duda, Internet y la revolución digital de los últimos cinco años han sacudido los cimientos mismos de la sociedad y, claro, del periodismo, que se supone la expresa, interpreta y orienta.
Hoy nadie traga entero. Un público cada vez más informado y exigente nos obliga a ser más participativos y más rigurosos. Y eso está bien. Porque pecamos con demasiada frecuencia de laxos o imprecisos y los desafíos son enormes. Al margen de los medios convencionales, herramientas como YouTube, blogs, videos y textos celulares, podcasts, widgets... hoy permiten que cualquier ciudadano transmita información y genere contenido.
¿Pero, qué información y qué contenido? He ahí el reto y también nuestra fortaleza. No imagino un mundo donde el periodismo como tal se vuelta irrelevante. Una sociedad sin hombres y mujeres dedicados a la tarea profesional de informar, de analizar, de filtrar y contextualizar, entre tanta ligereza y basura, tanta vulgaridad y desmesura, tanta apología del racismo, del terrorismo, la pornografía que circula en la red. Una sociedad sin periodismo estaría al arbitrio de los más poderosos, los más frívolos o los más malvados. Y todo esto abunda en la blogosfera.
Más allá de Google o de Gutenberg, creo que de lo que se trata es de no perder de vista nuestra misión como periodistas. La de ser testigos veraces, fiscalizadores del poder, defensores del bien común. Nuestra vigencia también dependerá de nuestra capacidad de asimilación y transformación. De manejar nuevos lenguajes. De asumir la convergencia y la multimedia. De saber trasladar nuestra experiencia y nuestra credibilidad a Internet y a cualquier espacio donde se mueva la información entre la gente.
Más allá de Google o de Gutenberg, creo que de lo que se trata es de no perder de vista nuestra misión como periodistas. La de ser testigos veraces, fiscalizadores del poder, defensores del bien común. Nuestra vigencia también dependerá de nuestra capacidad de asimilación y transformación. De manejar nuevos lenguajes. De asumir la convergencia y la multimedia. De saber trasladar nuestra experiencia y nuestra credibilidad a Internet y a cualquier espacio donde se mueva la información entre la gente.
Pero todo este reto futurista y tecnológico no puede hacernos olvidar de quienes somos y de donde venimos. Ni los graves problemas y retos presentes del periodismo colombiano, los aún no superados del miedo o de la muerte. De la presión, la manipulación, la corrupción. Y es que son demasiados los periodistas colombianos asesinados en el cumplimiento de su deber. En mi vida he visto caer a tantos colegas queridos. Por decir la verdad, por no doblegarse ante la amenaza o el chantaje de quienes han pretendido imponerle a la prensa la ley del silencio y el miedo. Llámense mafiosos o narcotraficantes, paramilitares o guerrilleros, políticos corruptos o empresarios chantajistas.
Por fortuna, en los últimos años ha cedido la violencia directa contra medios y periodistas en Colombia. Pero han aparecido nuevas amenazas a la libertad de expresión. Como las del llamado 'acoso judicial'. Los jueces convertidos ahora en censores de prensa; la tutela, en instrumento de avivatos o corruptos. Fenómeno creciente que motivó un hecho singular que ustedes han leído hoy: un editorial conjunto de los 31 periódicos que integran la Asociación Nacional de diarios llamando la atención sobre este problema. La primera vez en varias décadas que se da una postura editorial común en la prensa colombiana. De cara, pues, al futuro global. Pero de frente, también, contra las amenazas a la libertad de expresión. Provengan de donde provengan.
Finalmente, este premio me ha hecho volver la mirada sobre mi vida como periodista. Y no puedo terminar sin rendir un homenaje a quienes han perdido la suya por ser periodistas íntegros y honestos. Y también a los que hoy sobreviven y trabajan en medio de amenazas de los violentos. A los que defienden su independencia ante las manipulaciones de los poderosos. A todos los que anteponen los intereses de la comunidad a los suyos propios. Ellos son nuestro pasado, presente y futuro. Ellos son los imprescindibles.
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